La falsa utopía del cambio . Lic. .Ignacio Bernabé
Ha llegado el momento de hacer un gran cambio: no hablo de pequeños o mediocres cambios, sino de una gran transformación. El cambio a nivel personal y organizacional más que necesario es imprescindible, y sin duda alguna posible; sin embargo no se producirá mientras demasiada gente siga pensando en él como una utopía.
Demasiados empresarios y directivos piensan: «el trabajador va a por su nómina, y no le pidas nada más». «La gente sólo trabaja para llegar a final de mes, no le hables de su potencial». «La gente no cambia, ni cambiará jamás». «En la PYME esto no es posible, quizá en la gran empresa». «En mi sector, no caben estos planteamientos». «Quizá a largo plazo bien, pero no a corto plazo». «¿Compromiso?. La gente no se compromete a nada»…
Demasiada gente piensa: «el trabajo sólo puede darme una nómina a final de mes». «Sólo cabe, tratar de sobrellevar las ocho horas laborales». «Los empresarios van a lo que van, y no les preocupan nada sus empleados». «Los jefes sólo saben explotar a sus trabajadores»…
Creencias y más creencias que actúan como férreos e invisibles corsés, que aprietan firme pero a la vez suavemente, para limitar sin dejar marca aparente alguna, el crecimiento de directivos, profesionales y empresas. Es muy triste que se piense así. Nada cambia si uno no cambia y mientras se sigan manteniendo estas falsas pero populares verdades como si de verdades universales se trataran, la profecía se seguirá cumpliendo. Es precisamente quien piensa así, el que aprieta lenta e inconscientemente con su actitud, ese corsé inexistente e inexplicable precisamente para quien está directamente sometido a su yugo.
Los que nos dedicamos profesionalmente al desarrollo de personas y de organizaciones, escuchamos continuamente este tipo de sentencias cuando intentamos aproximar nuestro paradigma a empresarios y directivos de recursos humanos, o responsables de personas. Y es que el desconocimiento o el miedo, son los males más destructores que podemos sufrir como directivos, y desde luego como personas. Quien manifiesta esto, sea directivo, empresario, profesional o desempleado, con mi máximo respeto y sin que esto deba entenderse como menosprecio alguno hacia nadie, sino todo lo contrario; demuestra cuanto menos desconocimiento o quizá temor al cambio.
Y es que, no conocer con la suficiente profundidad el comportamiento del ser humano ni los procesos que llevan a este a cambiar, en el seno de una organización o de la vida misma; o simplemente intentar justificar desde la razón, un sentimiento tan tremendamente coercitivo como es el miedo al cambio, es el gran obstáculo que tratamos de salvar a cada momento.
¡La gente claro que cambia!, lo vemos todos los días. En muchos foros o en seminarios encuentro empresarios que se están comprometiendo de verdad; que han entendido que hay que generar valor y bienestar social más allá de beneficio empresarial, aún acusándoseles injustamente de ser todo una artimaña para aumentar su cuenta corriente, sin apreciar quien esto manifiesta que es lícito para un empresario hacer crecer a su empresa, y loable que además se comprometa a hacerlo dándose a los demás. Conozco muchos directivos que han entendido esto mismo, y que ansían convertirse en buenos líderes para su gente. Y también me encuentro con profesionales que han encontrado en su líder alguien quien les ayuda a redefinir sus creencias, y a descubrirse a sí mismos para crecer en lo personal y en lo profesional. ¿Acaso usted o yo somos los mismos que hace tan sólo unos años, o quizá unos meses?.
Si no cambiara, si siguiera año tras año siendo el mismo, estaría sinceramente preocupado. El cambio es en realidad lo único que no cambia; lo único que permanece inalterable al paso del tiempo. Tanto física, como intelectual, emocional y espiritualmente, permanecemos en evolución constante. Unos hacen pequeños y espaciados cambios, otros tímidos pero rítmicos cambios, y algunos se atreven con significativos cambios. Hay quien posee el coraje y la determinación para emprender grandes cambios por sí mismo, y otros muchos necesitan simplemente quien les eche una mano para realizar una pequeña o gran transformación. Precisamente este está siendo el motivo principal de la gran acogida del executive training, y del executive coaching a nivel mundial: las empresas y sus directivos poco a poco se están concienciando de que pueden y deben cambiar; es una inquietud creciente; el cambio no es una utopía.
Cambiar, transformarse, reinventarse, renacer… no es algo al alcance de unos pocos privilegiados; no es algo al alcance de las grandes empresas, ni de ciertos sectores, no nos engañemos. Creer lo contrario, es lo mismo que creer que la felicidad sólo se encuentra al alcance de los más ricos o poderosos, y esto dista mucho de la realidad; aunque haya gente que lo siga dando por sentado. He visto a muchas organizaciones, y sobre todo a muchas personas cambiar, transformarse, reinventarse, renacer… y todos son diferentes y están en situaciones diferentes. Yo mismo he cambiado y pienso seguir cambiando. Aunque siempre mantengamos nuestra esencia —esta no cambia—; nuestros pensamientos cambian, nuestras creencias cambian, y por ello nuestras emociones evolucionan y actuamos y nos comportamos de manera distinta. Veo muchas veces justificar que alguien actúa así porque tiene un determinado carácter, y siempre contesto que tiene ese determinado carácter precisamente porque actúa así. El temperamento no se puede cambiar, pero el carácter se forja en función de nuestras experiencias y actitudes; por tanto desarrollando nuevas experiencias desde nuevas actitudes, nuestro carácter evoluciona y nosotros cambiamos.
Los trainers ejecutivos nos diferenciamos de los coachs ejecutivos fundamentalmente en la metodología aplicada en el proceso, pero ambos tenemos algo en común: creemos por encima de todo en el ser humano; en su potencial y en el valor que las personas pueden aportar a las organizaciones; en el inmenso valor del equipo. Y sabemos que el cambio organizacional, debe producirse inevitablemente desde el cambio personal; lo vemos cada día; lo vivimos a cada momento.
La gente cambia con independencia de su cargo o responsabilidad; de si es alto o bajo, gordo o flaco, feliz o infeliz…. Y las organizaciones se trasforman, con independencia de su sector, de su tamaño o de su capital económico o tecnológico… Todo el que cambia es distinto, pero tiene algo en común; la firme creencia de que debe y puede cambiar; y de que ello depende fundamentalmente de uno mismo. Hablo de esa fe imprescindible que en muchos casos inicialmente es más un atisbo de esperanza y de sesgada confianza, que una verdad asumida como la única posible, pero que poco a poco y a medida de que se van dando los pasos necesarios, se va fortaleciendo hasta llegar a comprender finalmente que no se había cambiado antes porque simplemente no se creía en que ello fuera posible.
Estamos en un momento convulso del que no vamos a poder salir si personas y organizaciones no cambiamos; y no hablo de pequeños cambios, sino de una gran trasformación. Empresarios y directivos tenemos que empezar a asumir ese reto y confiar en aquellos que nos pueden ayudar a hacerlo. No siempre se tiene la visión necesaria, la seguridad suficiente, o la confianza precisa para emprender grandes cambios; eso es así. Cambiar requiere creencia y esfuerzo, pero tiene algo muy agradecido: tan sólo cuando uno decide firmemente cambiar; maravillosamente todo empieza a cambiar a su alrededor. Y es que el desconocimiento o el miedo al cambio, incita a justificar con razones sin peso alguno, que debemos seguir siendo los mismos, que es lo mismo que afirmar que personas y empresas; la sociedad en general estamos en manos de otros. Quitarse de un plumazo la responsabilidad, es lo mejor para curar nuestra alma, pero es la decisión más cobarde que uno puede tomar.
Debemos ser valientes y dar todos y cada uno de nosotros un paso al frente. No pensemos en si otros lo darán; demos un paso al frente por nosotros mismos, otros vendrán detrás. El cambio es posible; reinventarse o renacer como personas y organizaciones está al alcance de nuestra mano. Los empresarios y directivos, tenemos esa responsabilidad, también los profesionales como parte de la sociedad. Debemos empezar a cambiar, para poder ayudar a otros a hacer lo propio: colaboración, servicio, amor…
Hace poco coincidí con el Dr. Mario Alonso Puig en un foro internacional de gestión de personas; una persona de gran referencia que está explicando muy bien desde un punto de vista científico médico, lo que otros lo hacemos desde una base filosófico empírica. Casualmente nos sentamos juntos y le confesé que no había leído ninguno de sus libros, ni le había escuchado en ninguna conferencia, pero que había oído hablar muy bien de él. Le dije que casualmente en el aeropuerto había comprado su libro «Reinventarse» —por favor, léanlo—, dado que yo estaba escribiendo «Liderar mi otro yo», había pensado que tendrían ciertas similitudes. Comprobé como en muchas otras ocasiones lo he hecho, que pese a ser un gran experto, admirado en todo el mundo, era un hombre increíblemente cercano y sencillo. Eso sucedió justo antes de empezar él con su conferencia sobre la creatividad. Una de las primeras diapositivas rezaba: «Creer, para crear», a lo que yo instintivamente guiado seguramente por mi visión particular acerca de la empresa, añadí para mis adentros «… y para crecer». Creo que esta es la base de todo; el acicate para el cambio: Con el permiso de Mario Alonso: «Creer, para crear y para crecer». ¿No me digan que no es poderoso?.
Necesitamos crear y crecer en un nuevo paradigma, y esto solo es posible desde la fe. Les animo a que interioricen este mensaje y pasen a la acción sin tapujos ni cortapisas. Eliminen de inmediato ciertas creencias quizá populares, pero seguramente impropias. Piensen y actúen desde la libertad de haberse desprendido de determinados limitadores, y sean valientes y perseverantes. Si cada uno de nosotros lo hacemos, estoy seguro de que pronto las cosas empezarán a cambiar.
gracias Ignacio....
No hay comentarios:
Publicar un comentario